De modo similar al que había querido Heráclito, el fuego era para los estoicos, el elemento primordial y Dios, el Principio Activo que contienen en sí las formas activas de todas las cosas que han de ser. Forma y mundo y después lo orienta a su propio seno mediante una conflagaración universal, de tal modo que se da una serie interminable de construcciones y destrucciones del mundo. Para los estoicos existe una surte de providencia divina (prónoia) que rige el universo de modo inflexible y le hace alcanzar todos los fines previstos. Esta persepctiva, se contradice cabalmente con la cosmología de Epicuro para el cual todo es casual (fuera de la existencia de los átomos). En efecto, en la cosmología estoica, no hay lugar para la casualidad, cada ente es necesariamente producido y se dirige hacia al término al que fue asignado. Ya sea como causa eficiente o como causa final, el Logos divino del mundo, porque es Providencia es Hecho, y Destino.
Consecuentemente, una cosmología de estas características, implica que la libertad del hombre no existe como tal. Pero más allá de este sentido negativo, la libertad existe comouno superior, la “libertad” del sabio que conforma su propio deseo al del Hecho. ¿Qué es la libertad, entonces para el estoico? La verdadera libertad es desear lo que el Hecho quiere, no como esclavos sino guiados por él.