Dogma, dogmático, dogmatismo, son palabras que se asocian inequívocamente al ámbito religioso. Esta relación es muy adecuada, porque en este sentido, los dogmas son considerados dentro de muchos credos, como declaraciones de la palabra divina, sagrada y certificada por el cuerpo doctrinario oficial. Sin embargo, el sentido filosófico de estos términos, posee un matiz sutilmente diferente.
¿Qué es el deseo? ¿Una pulsión que nos inclina irremediablemente hacia un objetivo irracional, o quizá una necesidad interna elegida deliberadamente negociación racional mediante? Para algunos, el deseo es la causa del sufrimiento mismo y su aniquilación, el secreto de la felicidad. Para otros, el deseo da sentido a la vida y es móvil de inspiración y productividad.
En el sentido común, eternidad significa tiempo infinito o duración infinita. Muchas religiones asocian la idea de eternidad a perpetuidad, esto es, aquello que carece de principio y de fin. En el sentido filosófico, la eternidad refiere a un tiempo que no puede ser medido porque trasciende la temporalidad misma. En este artículo repasamos brevemente algunas de las variantes que pueden observarse en el análisis histórico que distintos pensadores realizaron respecto a este concepto.
La idea de libertad, ha adquirido a lo largo de la historia de la filosofía matices diversos, incluso contradictorios. Los griegos abordaron el concepto en sus múltiples dimensiones. Consideraron el orden cósmico que asignaban al destino, la importancia de la autonomía política y la libertad individual, desembarcando inequívocamente, en el dilema moral que subyace en la profundidad del concepto de libertad.
Hacia fines del siglo XIX, la revolución industrial dejaba sus huellas en la sociedad: el capitalismo en crisis y las masas obreras sumidas en la miseria. La consecuencia ideológica de este contexto, se tradujo en la rápida difusión de corrientes de pensamiento tales como el socialismo y el anarquismo. El movimiento obrero, en efecto, se identificaría con tales tendencias. Pero en esta oportunidad nos interesa establecer algunas diferencias históricas e ideológicas entre estos tres conceptos.
La idea de ‘la nada’ fue el desvelo de muchos pensadores, quizá desde el principio mismo de la filosofía. Y tal vez sea además, la pregunta por la cual muchos nos hemos intersado por vez primera en asuntos de índole filosófica. Varias ideas rondan el concepto de la ‘nada’, veamos pues, algunas de las más conocidas en esta breve reseña, siguiendo el diccionario de filosofía de José Ferrater Mora.
Nada parece permitirnos afirmar con amplia certeza que Platón fuera definitivamente superado por Descartes. Esto significa que, si bien es necesario comprender a cada filósofo en el marco del tiempo al que perteneció, estudiar la obra de pensadores antiguos, no representa un anacronismo comparable al que se manifiesta en otras areas del saber. Los filósofos notables, han dejado un legado cuya dimensión transciende, de alguna forma, la época en la que brillaron.
Determinar qué es bello y que no lo es, es quizá uno de los más interesantes desafíos intelectuales. Para muchos, a causa de la subjetividad, se trate simplemente de una quimera. ¿Cuándo y a qué objetos es lícito aplicar la categoría de belleza? ¿Es bella la naturaleza, su representación o la relación entre ambas? ¿Qué parámetros rigen a una o a la otra? ¿Existen códigos que trasciendan las normas culturales y temporales? El debate se abre como un abanico que al ramificarse ofrece nuevas posibilidades. Algunas complementarias y otras, llanamente contradictorias.
Los paradigmas cambian con el tiempo, porque la vocación de saber exige, tarde o temprano, revisar los modelos que se tenían por aceptables e incluso por ciertos. La historia de la filosofía es, en este sentido, una historia de contradicciones, miradas complementarias y transformaciones.