Pirrón de Elis es el máximo representante del escepticismo en la antigüedad. Aunque es posible identificar rasgos escépticos entre los sofistas y en la escuela de Megara, fue Pirrón quien adoptó el escepticismo como postura definitiva. Se estima que la suya era una reacción contra el dogmatismo de otras escuelas filosóficas: si la filosofía se origina en la búsqueda, el filósofo dogmático luego considera que ha hallado la verdad, mientras que el escéptico opta por quedarse con la búsqueda y afirma que es imposible encontrar una verdad definitiva. Su indagación consiste en intentar destruir permanentemente los argumentos de los dogmáticos.
Según Pirrón todas nuestras percepciones son relativas ya que solo nos retratan la realidad tal como "aparecen" filtradas por nuestros sentidos.
Pirrón deriva pues en una ética de la impertubabilidad: como nada sabemos con certeza, todo debe sernos indiferente, y ninguna opinión tiene por qué perturbar nuestro ánimo. Cabe destarse que por vías diferentes, Pirrón aborda a una ética similar a la estoica, aunque esta tenga una base dogmática. El pirronismo tiene una clara intención moral e intenta responder a los mismos problemas que el estoicismo y el epicureísmo. Podría decirse que la pretensión de Pirrón es que sólo un escéptico puede aspirar a la felicidad en tanto y en cuanto puede abstraerse de las angustias de la vida.