Una mirada apresurada de la teología medieval, podría identificar a Santo Tomás con el oscurantismo y el dogmatismo. Sin embargo, su adopción de la filosofía aristotélica fue más audaz de lo que se suele reconocer.
Santo Tomás se enfrentaba a un sistema cuya importancia iba en aumento y parecía, aparentemente, incompatible con la tradición cristiana. Pese a esta contradicción aparente, el aristotelismo, fascinaba - con justificada razón - a los intelectuales del siglo XIII: Aristóteles había dejado el sabio legado de un sistema filosófico totalizador, coherente y majestuoso.
Así es que Tomás se apodera de Aristóteles, y transforma su marco teórico en la estructura de base del pensamiento escolástico, hecho que resultaría clave para el futuro de la filosofía en general. Qué luego la escolástica entrara en una dogmática decadencia, es un tema aparte y no necesariamente refleja la aparente intención tomista. Y es en este sentido que podría decirse que Tomás no hizo sino prestar un gran servicio al pensamiento cristiano interpretado a la filosofía aristótelica desde la mirada más compatible con su credo. Así, su obra tenía además, el sentido de separar a Aristóteles de Averroes. Por supuesto, es discutible si su interpretación fue del todo exacta, pero no podrá negarse que su análisis fue uno de los más rigurosos y destacables de entre todos los comentaristas de Aristóteles que han exisitido.