Rousseau es la figura más significativa en la Contra-Ilustración política. Su filosofía moral y política fue inspiradora para Immanuel Kant, Johann Herder, Johann Fichte, y G. W. F. Hegel, y desde ellos fue transmitida a la Derecha colectivista. Fue quizás más inspiradora para los colectivistas de Izquierda: Los escritos de Rousseau fueron la Biblia de los líderes jacobinos de la Revolución Francesa, asimilados por muchos de los esperanzados revolucionarios rusos de finales del siglo diecinueve, e influyentes sobre los socialistas más agrarios del siglo veinte en China y Cambodia. En el mundo teórico del socialismo académico, la versión de Rousseau del colectivismo fue eclipsada por la versión de Marx durante la mayor parte del siglo diecinueve y mucho del siglo veinte. Aún así una gran parte de la explicación del pensamiento posmoderno es un desplazamiento hacia posiciones rousseaunianas por parte de pensadores que habían sido originalmente inspirados por Marx pero que estaban ahora cada vez más desilusionados.
La Contra-Ilustración de Rousseau
El primer gran asalto frontal contra la Ilustración fue emprendido por Jean Jacques Rousseau (1712-1778). Rousseau tiene una bien merecida reputación de ser el chico malo de la filosofía francesa del siglo dieciocho. En el contexto intelectual de la cultura de la Ilustración, la de Rousseau fue una importante voz disidente. Él era un admirador de todas las cosas espartanas -la Esparta del comunalismo militarista y feudal, y sentía desprecio por todas las cosas atenienses -la Atenas clásica del comercio, el cosmopolitismo, y las bellas artes.
La civilización es totalmente corruptora, argumentó Rousseau, no sólo el sistema de opresión feudal de la Francia del siglo XVIII con su aristocracia decadente y parasitaria, sino también su Ilustración alternativa con su exaltación de la razón, la propiedad, las artes y las ciencias. Nombre una característica dominante de la Ilustración, y Rousseau estaba en contra.
En su “Discurso sobre el Origen de la Desigualdad”, Rousseau comenzó por atacar a la base del proyecto de la Ilustración: La Razón. Los filósofos estaban totalmente en lo correcto en que la razón es el cimiento de la civilización. El progreso racional de la civilización, sin embargo, es cualquier cosa menos progreso, pues la civilización es lograda a expensas de la moralidad. Hay una relación inversa entre el desarrollo cultural y moral: La cultura sí genera mucho aprendizaje, lujo y sofisticación – pero tanto el aprendizaje, como el lujo y la sofisticación causan la degradación moral.
La raíz de nuestra degradación moral es la razón, el pecado original de la humanidad. Antes de que despertara su razón, los seres humanos eran seres simples, mayormente solitarios, que satisfacían sus necesidades fácilmente recolectando de su entorno inmediato. Ese estado feliz era el ideal: “este autor debería haber dicho que dado que el estado natural es el estado en el cual la preocupación por nuestra auto-preservación es menos perjudicial para los demás, ese estado es consecuentemente el más adecuado para la paz y el más apropiado para la raza humana”.
Pero por algún acontecimiento inexplicable y desafortunado , se despertó la razón, y una vez despertada , vomitó una Caja de Pandora de problemas sobre el mundo, transformando la naturaleza humana hasta el punto en el que ya no pudimos regresar a nuestro feliz estado original. Como los filósofos estaban presagiando el triunfo de la razón en el mundo, Rousseau quiso demostrar que “todo el progreso subsecuente ha sido en apariencia tantos pasos hacia la perfección del individuo, y de hecho hacia la decadencia de la especie”. Una vez que su poder de razonamiento se despertó, los humanos se dieron cuenta de su condición primitiva, y esto los condujo a sentirse insatisfechos. Así es que comenzaron a hacer mejoras, las cuales culminan principalmente en la revolución agrícola y la metalúrgica. Innegablemente, esas revoluciones mejoraron materialmente a la humanidad – pero esas mejoras de hecho han destruido a la especie: “es el hierro y el trigo lo que ha civilizado a los hombres y arruinado a la raza humana”.
La ruina tomó muchas formas. En lo económico, la agricultura y la tecnología llevaron a la riqueza excedente. La riqueza excedente a su vez condujo a la necesidad de los derechos de propiedad, hizo competitivos a los seres humanos y les llevo a verse como enemigos unos de otros.
En lo físico, conforme los humanos se volvieron más ricos disfrutaron de más comodidades y más lujos. Pero esos mayores lujos y comodidades causaron la degradación física. Comenzaron a comer demasiada comida y a comer comida decadente, y entonces se volvieron menos saludables. Comenzaron a usar cada vez más herramientas y tecnología, y entonces se volvieron físicamente menos fuertes. La que había sido una vez una especie físicamente fuerte se volvió entonces dependiente de médicos y aparatos.
En los social, con los lujos vino un despertar de los patrones estéticos de belleza, y esos patrones transformaron sus vidas sexuales. Lo que había sido una vez un acto franco de cópula se volvió algo ligado al amor, y el amor es confuso, exclusivo y preferencial. El amor, consecuentemente, despertó los celos, la envidia y la rivalidad – más cosas que ponen a los seres humanos unos contra otros.
Así la razón condujo al desarrollo de todas y cada una de las características de la civilización – agricultura, tecnología, propiedad, y estética – y éstas hicieron a la humanidad blanda, perezosa, y la puso en conflicto social y económico con sí misma.
Pero la historia se vuelve peor, pues los conflictos sociales en marcha generaron unos pocos ganadores en la cúspide de la escala social y muchos perdedores oprimidos por debajo de ellos. La desigualdad se convirtió en una consecuencia prominente y condenable de la civilización. Tales desigualdades son condenables porque todas ellas, “como el ser más ricos, más honrados, más poderosos” son “privilegios disfrutados por unos a expensas de otros”.
La civilización, de acuerdo a ésto, se convirtió en un juego de suma cero en muchas dimensiones sociales, con los ganadores beneficiándose y gozando cada vez más mientras los perdedores sufrían y eran dejados cada vez más atrás.
Pero las patologías de la civilización se volvieron todavía peores, pues la razón, que hizo posibles las desigualdades de la civilización también hizo a los más acomodados indiferentes al sufrimiento de los menos afortunados. La razón, según Rousseau, es contraria a la compasión: La razón genera civilización, que es la causa última de los sufrimientos de las víctimas de la desigualdad, pero la razón también crea razones para ignorar ese sufrimiento. “La razón es lo que engendra egocentrismo”, escribió Rousseau,
y la reflexión lo fortalece. La razón es lo que vuelve al hombre hacia sí mismo. La razón es lo que lo separa de todo lo que lo preocupa y lo aflige. La filosofía es lo que le aísla y lo que le mueve a decir en secreto, a la vista de un hombre que sufre, "Perezca si usted quiere, yo estoy sano y salvo”.
En la civilización contemporánea, esta falta de compasión se vuelve algo más que un pecado de omisión. Rousseau sostiene que, habiendo tenido éxito en las competencias de la vida civilizada, los ganadores tienen ahora un interés en preservar el sistema. Los defensores de la civilización – especialmente aquellos que están viviendo en las cúspides de las pirámides sociales y por consiguiente aisladas de la peor parte de los daños – hacen un esfuerzo extraordinario para alabar los avances de civilización en tecnología, arte, y ciencia. Pero estos mismos avances y el elogio de que son objeto vienen sólo a enmascarar los daños que produce la civilización. Presagiando a Herbert Marcuse y a Foucault, Rousseau escribió en el ensayo que lo hizo famoso. el Discurso sobre las Ciencias y las Artes: “Los príncipes siempre ven con agrado la difusión, entre sus súbditos, del gusto por el arte de la diversión y lo superfluo.” Tales gustos adquiridos dentro de un pueblo “son tantas cadenas que lo atan” “Las ciencias, las letras y las artes” -- lejos de liberar y elevar a la humanidad--,
'esparcen guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro con las que agobian a los hombres, para reprimir en ellos el sentido de esa libertad original para la que parecen haber nacido, les hacen amar su esclavitud, y los convierten en lo que se llama “personas civilizadas” ' ( Rousseau 1749, 3 )
Tan corrupto, de acuerdo a ésto , está todo el edificio de la civilización que ninguna reforma es posible. Contra los tímidos moderados que quieren alcanzar una buena sociedad de a poco, Rousseau llamó a la revolución. “Las personas continuamente lo está emparchando [al estado], cuando deberían haber empezado por renovar el aire y dejar de lado todos los viejos materiales, como Licurgo hizo en Esparta, con el fin de levantar después un buen edificio”.
Rousseau sostuvo que es absolutamente necesario rechazar las nociones de la Ilustración sobre la tolerancia religiosa y la separación de Iglesia y Estado.